Fragmento de mi libro, en preparación :
En medio de este
estudio entomológico del narrador, llega una labradora, que podía ser la tía
Vicenta, para decirle a Sigüenza que un grupo de gitanos se le ha acercado a
pedirle un costal de paja, para una mujer que tienen enferma. Aunque no lo escribe
Miró, los gitanos deberían ir una especia de carromato tirado por un burro, que
les servía de hogar ambulante.
Cuan el
gitano le dice a la labradora «–Vamos de camino con una mujer enferma, que no
tiene dónde recostarse, lo mismo que la Virgen Santísima…». Con este diálogo
del gitano, Miró nos da la clave del relato, cuyo final nos lo dice el tendero
(leer el diálogo).
Sigüenza les dice que no
les pueden dar lo que no es suyo y que se marchen. Ante tal negativa, los
gitanos le echan las tipias maldiciones contra Sigüenza, porque ellos se
consideraban con poderes de la adivinación, del mal de ojo, se creían descendiente
de los faraones de Egipto.
Por la tarde Sigüenza decide ir la tienda
del pueblo o tienda ultramarinos, como también se llamaban donde tenían
prácticamente de todo lo habitual en la zonas rurales, como podemos leer en la
nomenclatura de cosas que hay en la tienda, anotadas por el narrador. La
labradora, que acaba de guardar seis polluelos en una calabaza seca y vaciada,
le advierte que tenga cuidado no le vayan a salir los gitanos de la mañana que
se fueron maldiciéndole.
En el
trayecto de su casa a la tienda del pueblo. El narrador se recrea contándonos cómo
son los camino y la carretera, y cómo eran «las llagas de los barrenos» (ya en
eso época se utilizaban voladura de dinamita inventada por Nobel en 1866), y como era el almacén de los canteros, que
posteriormente servía de «refugio de mendigos trashumantes y también puede
serlo de gitanos». En digno de resaltar que le narrador dice que la noche tiene
el mismo olor que los viajes de 1890. Estos viajes son los años que el padre de
Miró inauguró la carretera de Benidorm a Pego.
Llega a la tienda con las primeras
estrellas. Pero al regresar de noche una mocita le pregunta: «¿Y no tiene
miedo? ». Sigüenza piensa que de regreso podía ir con la diligencia, al lado
del mayoral, pero la diligencia para y no la puede tomar. Y al despedirse del
tendero le dice «¡En fin... veremos si me salen los gitanos!».
Y
que tenga cuidado porque se podrían vengar por negarles el costal de paja esa
mañana. Unos labradores iban a contarle
que vieron a los gitanos, y Sigüenza les cuenta lo que le pasó con ellos por la
mañana
Y
el tendero cuenta como solución del enigma de la gitana enferma que «Yo lo vi.
No tenían paja; y una de sus mujeres daba compasión porque había parido en el
suelo como una borrega…».