viernes, 15 de abril de 2011

Un hombre del Renacimiento

Un hombre del Renacimiento


Por Miguel Fernández

Licenciado en Bellas Artes desde 1987 (Facultad de Sevilla)

Profesor de Dibujo en Enseñanza Secundaria y Bachillerato

Artista Pintor

La obra artística de Ramón Fernández (Piedrabuena 1947) es muy variada y abarca múltiples medios de expresión: pintura, dibujo, escultura, fotografía, literaturas. Ramón es, aunque esté muy usada la expresión, un hombre del Renacimiento en un mundo que promueve la especialización. Para este artista la premisa básica es desarrollar una actividad creativa, sirviéndose del medio que en esos momentos esté a su alcance. Hoy pinta un cuadro, mañana hace una ilustración de un poema, pasado mañana se va de safari fotográfico por su ciudad (actualmente reside en Alicante). El trabajo no le da miedo y en una gran mayoría de los casos roza lo hercúleo. Ramón es de esas personas que mientras pueda mover un dedo moverá un pincel. Pero centrémonos en su obra y sobre todo en su obra pictórica.

Ramón trabaja por medio de series pluritemporales. Dichas series no se suceden unas tras otras. No agota un periodo o época para ser sustituida por la siguiente. La variedad de sus series se van desarrollando al unísono, de forma paralela. Cada serie se va completando a través del tiempo. Podemos hacer referencia a las siguientes: Retratos, Cuadros figurativos, Sacro surrealista, Cuadro infinito…

Se hace necesario, aunque no esté falto de polémica, clasificar en pocas palabras la obra de Ramón Fernández, de modo que el gran público tenga algunas claves para orientarse ante su contemplación. La obra de Ramón puede definirse como Postsurrealismo emotivo. Analicemos sus características.

Es evidente la admiración de Ramón hacia el surrealismo del segundo cuarto del siglo XX, sobre todo la obra de Dalí, Magritte, Oscar Domínguez... De ahí que usemos el prefijo post, no como término que podría identificarse como sinónimo de decadente, sino como heredero de los pasos del movimiento. Hay que comprender que el surrealismo implantó los temas de la otra parte de la mente del ser humano, cuando lo normal era ver el mundo desde una ventana. El surrealismo destruyó esta concepción y explora otras posibilidades. De este modo surge el surrealismo automático y el onírico. Por tanto, en el mundo de la expresión se abrió otra posibilidad: el de representar la “realidad” que se encuentra en el pensamiento y que en muchos casos no es del todo coherente. Si la “primera” realidad se entiende como la que se encuentra delante de los ojos, y se supone objetiva, la “segunda” realidad se entiende como la que se encuentra dentro de la cabeza del ser humano. Hoy día gracias a la psicología, se conoce que cualquier persona objetivamente sana tiene pensamientos, percepciones, alteraciones, que pueden llegar a ser no objetivas y el surrealismo es hoy día más aceptado. Pero imaginen los tiempos en los que para todo el mundo un cuadro era, en general, la imagen, interpretación o variación de un paisaje, un retrato, una alegoría y se encuentran con imágenes incoherentes. La propuesta supuso un trauma para el espectador cuando se le ponía delante de sus ojos la idea de la existencia de otro mundo: el de su propia mente. En el caso de Ramón, añadimos el término “emotivo” porque en él no se da el caso de la exploración onírica, sino de la transmisión de emociones y sentimientos. Sus cuadros están perfectamente planificados y elaborados, como también lo hicieron algunos surrealistas, pero el resultado es una obra donde hay una fuerte emoción. Comentaremos a continuación algunas de sus series.

La primera serie que me gustaría destacar es la de retratos. Tienen la primera cualidad que se le exige a un retrato: que se parezca al modelo. En sus retratos eso es indudable. Indica que Ramón es una gran dibujante. Es de sobra conocido para cualquier profesional de la plástica que el retrato es la prueba de examen del pintor, ello quiere decir que conoce cómo encajar, proporcionar, dar volumen, modelar con los pinceles y que la mezcla de colores no tiene secretos para él. En sus retratos destaca la preferencia por lo lineal y las formas cerradas. Sus contornos son nítidos y su pincelada diluida, no deja ver la huella de las cerdas. Las carnaciones son totalmente naturales, las luces ricas en matización cálida y en las sombras utiliza los tonos tierras naturales. Cuando contemple un retrato de Ramón al natural, podrá apreciar que la factura de su superficie es totalmente clásica: estará ante un retrato retrato y no ante una foto coloreada.

Entre sus retratos nos encontramos con el de personajes ilustres, como por ejemplo, el de la infanta doña Cristina, digno de presidir cualquier salón oficial. Pero los que más impactan por su originalidad son los titulados Giovanna en el dentista y Almanzor.

Giovanna en el dentista se ha de considerar una obra maestra. El espectador no puede separar sus ojos de la superficie del cuadro. Incluso los que estamos acostumbrados a ver obras de arte, nos resulta llamativo. A pasar del paso del tiempo me sigue atrayendo como imán. Su característica primordial es la combinación de un personaje tan antiguo con un medio tecnológico tan moderno. El cuadro resulta totalmente polisémico: ¿Estuvo realmente enferma Giovanna? ¿Es una radiografía del propio cuadro, de esas que hacen los restauradores? ¿Ha resucitado Giovanna a nuestro tiempo?... Con respecto al cuadro Almanzor (retrato del actor Paco Rabal recreando el personaje), destaca por poseer una gran calidad plástica: la composición de perfil al estilo del primer Renacimiento, el modelado de la carnación, la armonía del colorido, la integración de todos los elementos (turbante, barba, perfil, expresión).

La serie Sacro surrealista está compuesta por cuadros donde el autor crea variantes sobre el tema de la crucifixión. En general, se aprecia que los temas están tratados con un gran respeto. Las imágenes muestran el patetismo propio de la Semana Santa andaluza (donde el artista pasó su infancia y juventud). El descubrimiento del hierro es una de las primeras obras de la serie. La cruz surge del mar y queda escorada en la arena de la playa a merced del oleaje. La cruz tiene aún los clavos de Cristo. En Fariseos, Ramón ha creado una nueva visión del tema, Cristo se encuentra de espaldas en la propia cruz. El sol centra la composición acentuando el contraluz. El título nos da la clave de su significado. Fariseo: hombre hipócrita, sin piedad. Cristo, como en acción de protesta, les vuelve la espalda, incluso en el momento de mayor sacrificio. Finalmente, Crucifixión en Alicante es una alegoría creada por el autor en momentos personales de gran dificultad. Es un autorretrato en el que el autor ocupa el lugar de Cristo. La cruz se encuentra dibujada en perspectiva, mostrada con una gran deformación óptica que hace centrarnos en la mano clavada. En la interpretación, no expresada por el autor, podemos adivinar dos posibilidades: el fin de una etapa de frustración artística y, por otra parte, la identificación del dolor físico que el propio autor sufre.

En la serie Cuadros figurativos, el pintor Ramón Fernández alcanza un alto refinamiento en cuanto a la selección de los temas, la composición y la factura. El cuadro Perro lindo es una licencia que se permite el autor en la que un diminuto perro posa ante el pintor dentro de un cacharro de cerámica. La obra desprende una gran simpatía y vuelve a emplear el recurso del contraste, que es precisamente lo que llama la atención. El cuadro La cultura sobre el piano es una obra puramente surrealista en la que utiliza una composición clásica en “t” invertida. El piano, de mayor peso visual, ocupa la zona inferior del cuadro y la mujer ocupa el eje vertical. Se interrelacionan ambas figuras alargando la mujer su mano para tocas las teclas del piano. La cabeza de la mujer es sustituida por un reloj. El cuadro posee un halo de misterio y orientalismo.

La serie Velázquez, como el lector puede adivinar, es una recreación sobre la obra del famoso pintor barroco. En el cuadro La Venus del espejo, el desnudo de la modelo ha desaparecido: ha muerto. Cupido, que sigue sujetando el espejo, es testigo del hecho. En el espejo se refleja el cráneo de la modelo. En Velázquez tomando medida”, el cuadro presenta una de las composiciones más atrevidas. Aparece el tema del desnudo masculino sujeto en el techo en la recámara donde Velázquez pintó Las meninas. El cuadro, como buen ejemplo surrealista es un misterio en cuanto a su interpretación.

Una gran novedad en la obra de Ramón es su serie Cuadro infinito. Es una incursión en la pintura abstracta. El conjunto de toda la serie forma un solo cuadro. Cada obra es una muestra del módulo que en la imaginación del espectador forma un cuadro infinito. Cada obra que crea Ramón se suma al conjunto, lo que hace de ella una obra infinita, inacabable. La incorporación del concepto de infinito supone una gran aportación a la Historia del Arte. Hasta ahora toda obra de arte se ha considerado limitada y la imagen se ajustaba al marco, pero en esta nueva concepción, el espectador puede apreciar, por ejemplo, cuatro piezas del conjunto, sabiendo a ciencia cierta que no tiene límites. En realidad supone una obra realmente virtual. Tras la aportación del concepto del espacio vacío, la “nada”, que dio el salto a la fama al artista británico Martin Greed (Premio Turner 2001), Ramón Fernández ha ido más allá y ha creado el concepto de cuadro infinito. Su propuesta conceptual está ahí y la historia será la que le dé el valor que se merece.

Por último, haré referencia a otra de sus series en las que vuelve a la figuración: Supernenas. En ella muestra cuerpos femeninos de tallas XXL, sin complejos; pero logrando transmitir la belleza de lo “feo” -expresado este término con mucho relativismo. El autor crea una obra donde compone formas convexas que forman ritmos que se desplazan sobre el formato. Se aprecia que el desnudo es un pretexto para recrearse con la forma volumétrica.

En conclusión, en la obra de Ramón Fernández se aprecia una gran calidad técnica y plástica que va creciendo con los años y que derrama creatividad, de ahí la necesidad de sus series pluritemporales, negándose a posicionarse en una sola tendencia. Ello supondría un encorsamiento que ahogaría su personalidad y libertad: él mismo, haga lo que haga, es estilo.

Miguel Fernández (Licenciado en Bellas Artes y profesor de dibujo en Málaga)


Málaga, febrero 2006