martes, 8 de noviembre de 2022

Retrato a lápiz de Clemencia Miró Maignon (1905-1953) hija de Gabriel Miró, por Palmeral.

 

UNA POETA QUE NO PUBLICA NO EXISTE: CLEMENCIA MIRÓ

 Ramón Fernandez Palmera. noviembre de 2022

Un poeta o escritor tanto hombre como mujer que publica, no existe en el mundo literario, evidentemente. Es como el pintor que pinta en su casa, guarda los cuadros y no los expone nunca.  En el caso de Clemencia Miró Maignon (1905-1956), en vida no quiso publicar, escribió unos poemas y se quedaron en el cajón. He buscado sus libros en Iberlibro y en Amazon, no están sus libros, cómo se va a dar a conocer si no tiene libros, ni se decó a la política, era aficionada a la música.

Lamento mucho tener que decir que si una poeta hombre o mujer no tiene libro publicado no existe, el poeta, no hay por dónde agarrarlo/a, que es el caso de la hija Gabriel Miró Ferrer, llamada Clemencia. Sin obra, no hay ni poeta ni escritor. Me consta que antiguamente era muy caro publicar, hoy no lo es tanto gracias a las auto publicaciones online en plataformas como Amazon u otras plataformas. En vida, Clemente, tuvo todas las puertas abierta para publicar, pero no quiso, tal vez por no estar segura de su trabajo o no llegar a ser tan bueno como su padre.

Pero es que el poeta o el escritor ha de ser valiente y publicar, no importa esté enfermo o que guste o no guste la obra al público, la obra no se mide por los gustos, sino por el valor intrínseco en el tiempo.

Ramón Palmeral

 

Estos días se ha publicado la siguiente noticia:

Manuel Sánchez Monllor y Laura Palomo recuperan la voz de una autora que dedicó sus esfuerzos a difundir la obra de su ilustre padre, Gabriel Miró (autor de Años y leguas), mientras cultivaba una obra literaria de gran valor que no publicó en vida y hasta ahora no ha recibido una justa atención crítica

 Enrique Bolland 5/11/2022 05:15 La Vanguardia

Manuel Sánchez Monllor se define como investigador privado. No se imaginen un Poirot mediterráneo, no es el crimen lo que persigue. A quienes en Alicante conocen desde hace décadas la trayectoria de quien fuera director del Teatro Principal o de la Obra Social de la Caja de Ahorros del Mediterráneo no les extrañará que sus averiguaciones vayan siempre encaminadas a encontrar un manuscrito, adquirir una primera edición o una ajada partitura de algún autor alicantino.

Recientemente, ha digitalizado  su espléndido archivo y lo ha puesto a disposición de los interesados en una web de acceso abierto en la que pueden encontrarse valiosos y abundantes documentos relacionados con creadores como el escritor Gabriel Miró, el pintor Emilio Varela, el músico Óscar Esplá, el economista Germán Bernácer (todos ellos cuentan con un apartado propio) y otros autores, algunos de ellos apenas reconocidos por la ingrata historia.

Clemencia Miró Maignon nació el 30 de diciembre de 1905 en Alicante, en el barrio de Benalúa, "entre pinos y frente al mar"

Entre estos, Monllor siente predilección por Clemencia Miró, hija del famoso autor de El obispo leproso. El pasado 27 de octubre, el investigador ofreció en el Espacio Séneca (*) de la capital alicantina, junto a la profesora de la Universidad de Alicante, Laura Palomo, una conferencia titulada "Clemencia Miró, la poeta alicantina olvidada". Ambos ofrecieron el vívido relato de su biografía y algunos apuntes de su obra -poemas, cuentos, cartas- que permitieron a la audiencia recuperar una valiosa voz que casi todos desconocían. 

Clemencia Miró Maignon nació el 30 de diciembre de 1905 en Alicante, en el barrio de Benalúa, "entre pinos y frente al mar". Hija de un tiempo que no otorgaba valor a la formación intelectual de las mujeres, recordaba en una de sus cartas a una amiga: "Mi educación ha sido nula. Un mes, a los cinco años en el Colegio de Jesús María donde obstinadamente me ponían ejercicios de palotes cuando yo, con mi hermana ya devoraba cuentos". 

Pero la proximidad al padre y su curiosidad innata le proporcionaron una formación notable. "No hubo para ella enseñanza reglada", explica Sánchez Monllor, "pero sí la formación adquirida al lado del padre; el ambiente del hogar culto fue fundamental". Aún niñas, el padre leía a las hermanas La Ilíada y La Odisea. 

Vivió en Alicante sus primeros ocho años. Siguiendo los pasos del padre, en 1914 la familia se trasladó primero a Barcelona, donde Clemencia avanzó en sus estudios musicales nada menos que con Enrique Granados, gran amigo de Gabriel Miró. Cursó casi toda la carrera de violín con la intención de dar conciertos y viajar. Agradecía a su madre que hubiera fomentado en ella el amor por la música: "Cuanto te agradezco mamá, que reanudes tus horas de música! Cada día necesito más de ese bálsamo de sonidos. Desgraciados los seres que no la comprenden!", le escribió en una misiva.

Clemencia avanzó en sus estudios musicales nada menos que con Enrique Granados, gran amigo de Gabriel Miró. Cursó casi toda la carrera de violín con la intención de dar conciertos y viajar

A partir de 1920 vivió en Madrid, pero pasaba largas temporadas estivales en Polop y Alicante. Una grave enfermedad que nunca logró superar, por la que hubo de pasar cuatro años -del 31 al 34- en la Clinique Beaulieu en Leysin, Suiza, truncó sus sueños de concertista. También vivió en Inglaterra, primero, tras escapar del asedio de Madrid, de 1938 a 1940. Y, más tarde, entre 1947 y 1948. 

Escribió poemas, cuentos e innumerables cartas, pero nunca quiso publicar en vida. Fue tras su temprano fallecimiento, en 1959, cuando se editaron algunas de sus obras que, sin embargo, no han obtenido, en opinión de Sánchez Monllor, la atención crítica que merecían. Ello a pesar de que tuvo vínculos de amistad con figuras de la poesía contemporánea española, como Carmen Conde o Ernestina de Champourcin, y latinoamericana, como la premio Nobel chilena Gabriela Mistral.

Recuerda Monllor que el propio Juan Ramón Jiménez animó a Clemencia a publicar sus escritos, como ella misma relató: "Yo recuerdo que una tarde, en casa de Juan Ramón Jiménez, el poeta me preguntó: Cuándo va V. a publicar? Publicar? Para qué!, contesté yo irreflexivamente. El poeta me miró con reproche y exclamó: Cómo que para qué? Pues para aquel lector que quizás usted nunca conozca, lejanísimo. Es nuestro deber escribir para ellos".

El propio Juan Ramón Jiménez animó a Clemencia a publicar sus escritos

Varios años después de su muerte, en 1959, su hermana y sus sobrinos publicaron una selección de sus poemas, escritos por Clemencia en castellano, inglés y francés. En el prólogo que antecede a la obra, María Alfaro finaliza dejó dicho que "el genio y la inspiración de Clemencia Miró fueron extraordinarios. Sin duda, el espíritu de su padre, Gabriel Miró, estuvo siempre presente en torno suyo. Pero Clemencia tenía su acento propio, inconfundible y tan profundamente original que a nadie pudo parecerse. Y en esto también acusó la semejanza con el padre: únicos y desligados los dos de ajenas influencias".

Poema de Clemencia escrito en Suiza el 27 de mayo de 1937, séptimo aniversario de la muerte de su padre, publicado en 'Hora de España' (1938)

No puedo ver esa montaña alpina
apretada de abetos y de nieve,
donde fue modelando mi deseo
tu figura yacente,
exacto tu perfil en cielo puro,
profunda paz, inmensa, en tu descanso.


No puedo ver tampoco en este Mayo
esa isla gris que encierra tu misterio,
que en su deriva inmóvil recibía
rosas y lágrimas,
y tu silencio, ahogado por la tierra,
nuestro mensaje más desesperado.


Sólo puedo mirar hoy tu mirada
que diste a este paisaje
o en sus caminos encontrar tu paso,


pero te sentiré vital junto a mi vida
sabiéndome hija tuya y escribiendo
con esta pluma que guio tu mano.

 

(*)Espacio Séneca (antigua estación de Autobuses (Alicante)

Centros culturales. Espacios polivalentes (donde se hace la Feria el libro)

 

Las instalaciones de la antigua estación de Autobuses están gestionadas desde enero de 2021 por la Concejalía de Cultura, siendo un espacio estratégico para desarrollar en él exposiciones, eventos de artes escénicas y actuaciones musicales, entre otros fines, dadas sus posibilidades en cuanto a dimensiones y altura.

Cumple con los requisitos necesarios para la organización de eventos de diversa índole, puesto que es completamente accesible, cuenta con 550m² y techos de gran altura; características estructurales esenciales para desarrollar eventos, que hasta la fecha eran difíciles de ubicar en otros espacios públicos y privados de la ciudad.

En este espacio, se han realizado mejoras para perfeccionar aspectos como los de sonido (evitar reverberaciones), suelos, etc. También se ha creado una nueva imagen corporativa para este equipamiento cultural

Parte de su historia se conserva en su interior con los murales de Gastón Castelló, pinturas de más de medio siglo con imágenes de la ciudad y del conjunto de la provincia que se mantienen dentro de la vieja terminal. Estos aspectos dan singularidad a un edificio que ha formado parte de la vida de nuestra Ciudad y constituye ya parte del patrimonio histórico de la ciudad.

................................Otra noticia de 2017.......................

 

Clemencia Miró Maignon, el talento desvelado

Si Gabriel Miró fue, según Jorge Guillén, «el único poeta que no quiso serlo», su hija fue la única poetisa y escritora que no quiso publicar su obra, pese a su abundante producción.

MANUEL SÁNCHEZ MONLLOR

06·06·2017 | 05:14 /Información

Clemencia Miró Maignon, el talento desvelado

Quebrantaré la preservada intimidad de Clemencia trayendo aquí fragmentos de su rica prosa y verso, de sus emocionadas cartas, sus ensayos, sus poemas y recuerdos a su padre. Quiero desvelar a esta magnífica escritora que rehusó mostrar sus valores literarios. Sobre tal renuncia escribió María Alfaro: «Nadie, hasta ahora, ha hecho justicia al talento singular de Clemencia Miró. Como su padre, amaba los seres y las cosas más humildes y esquivaba todo lo que significase vanagloria o cualquier otro género de exhibición. Al revés de lo que les sucede a muchos escritores ella ignoraba el precio de su valía.».

Gran parte de la vida de Clemencia la entregó al estudio y memoria del padre. De su dedicación tengo ante mí centenares de escritos que me esfuerzo en ordenar en una tarea tal vez imposible como me manifestó tras intentarlo su sobrina Olimpia Luengo Miró. Leo con deleite sus manuscritos inéditos, numerosas páginas fragmentarias para su empeñado proyecto de biografía del padre, recuerdos del Miró no desvelado, el compartido en la intimidad familiar, ricos en detalles relacionados con su progenitor y con ella misma, rectificaciones a inexactitudes en biografías y en ensayos sobre Gabriel Miró escritos por otros autores en español, francés e inglés. Y también ensayos, artículos, fragmentos de novelas, cuentos, historias breves y poemas, que constituyen el luminoso universo literario de la alicantina Clemencia Miró Maignon, nacida en 1905 en el Barrio de Benalúa, entre pinos y frente al mar.

En Clemencia la personalidad poética es indisoluble de la humana. En sus escritos y cartas no se separa la mujer de la poetisa; su prosa poética es una constante. Con ánimo divulgador de este quehacer literario, contenido en amarillentas páginas custodiadas celosamente por su hermana y sobrinos, desconocido hasta ahora salvo para personas muy próximas, y como breve anticipo de la biografía de Clemencia en la que trabajo, traigo aquí retazos de diversos escritos que permitan a los lectores acercarse a la escritora y a su obra. Parte de este pequeño mosaico rememora su niñez en Alicante. En carta amiga decía: «Mi educación ha sido nula. Un mes, a los cinco años en el Colegio de Jesús María donde obstinadamente me ponían ejercicios de palotes cuando yo, con mi hermana ya devoraba cuentos, y otro mes en Barcelona oyendo al buen amigo Alfonso Nadal hablándonos de Historia y Geografía».

En estos recuerdos de infancia hay deliciosas y añosas estampas con la imagen del padre: «Cenaba en el Casino, sin querer, por compromiso. El Casino, para nosotras, pequeñitas, tenía un especial y respetuoso encanto. Al pasar por la calle de San Fernando todo estaba impregnado de frescor y de café helado. Vicentica me aupaba para que viera los salones con sus techos de complicado artesonado. Los caballeros jugaban al billar o leían periódicos, indiferentes; estaban en un palacio donde no podían entrar las niñas. Y, la terraza! Sillones de mimbre, mármoles, toldos, copas redondas azules, empañadas por el hielo, canastillas que contenían los frágiles espirales de los barquillos. Y la brisa del mar; ese olor a barcas de velas que arribaban a la tierra como si fuera el muelle el zaguán de una posada; los caballos-delfines descendían al más oscuro y ancho establo del puerto.

Papá fue al Casino, y al ratito llamó a nuestra puerta un criado enfundado en una librea verde. Nos traía de parte de papá una cestilla repleta de suculentas cosas».

De 1914 a 1920 vivió en Barcelona donde tuvo como profesor al compositor y amigo de su padre Enrique Granados. Cursó casi toda la carrera de violín con el afán de dar conciertos y viajar: armonía, solfeo, teoría, piano? A partir de 1920 vivió en Madrid con largas estancias estivales en Polop y Alicante. Una grave enfermedad que nunca logró superar, por la que hubo de pasar cuatro años -1931 a 1934- en la Clinique Beaulieu en Leysin, Suiza, truncó sus sueños de concertista. Su periplo viajero lo completa su escapada del asedio a Madrid durante la Guerra Civil permaneciendo en Inglaterra de 1938 a 1940, y su retorno residiendo allí los años 1947 y 1948.

En memoria de su padre

Clemencia no quiso ostentar el título de escritora pese a su abundante y variada producción literaria de gran calidad, por lo que el balance de su actividad ha quedado recogido por los estudiosos únicamente por lo mucho que hizo en memoria de su padre. Pero sería erróneo confundir las muestras de dedicación y cariño filial a su progenitor con su obra de creación. Es de justicia destacar el talento de Clemencia Miró, heredera de su padre en originalidad, sensibilidad e inspiración.

Juan Ramón Jiménez -que proclamó su admiración por Gabriel Miró, que promocionó la traducción de sus obras, censuró a Ortega y Gasset que no publicara trabajos del alicantino en la Revista de Occidente y se mostró contrariado cuando injustamente negaron al autor de El Obispo Leproso su ingreso en la Real Academia de la Lengua Española- también extendió su apoyo a Clemencia Miró para que publicase su obra poética. JRJ alentaba a las jóvenes poetas que despuntaban en su obra artística. Entre sus predilectas estuvieron Ernestina de Champurcín, Carmen Conde y Clemencia Miró. Durante 1928 a 1936 las tres mantuvieron contacto directo con el más celebrado poeta español y recibieron su aliento. Sobre sus conversaciones escribió Clemencia: «Yo recuerdo que una tarde, en casa de Juan Ramón Jiménez, el poeta me preguntó: Cuándo va V. a publicar? Publicar? Para qué!, contesté yo irreflexivamente. El poeta me miró con reproche y exclamó: Cómo que para qué? Pues para aquel lector que quizás usted nunca conozca, lejanísimo. Es nuestro deber escribir para ellos. Efectivamente; nada más generoso que ofrecer nuestras páginas a un ser desconocido, invisible. En lo más distante de la tierra habrá un lector que comprenda nuestro modesto pensamiento -que le sirva de clave o consuelo al suyo-, y agradezca ese puro azar o deliberado intento nuestro de darle ese deleite. El mundo se empobrece por un afán de riquezas».

En 1953, tras su temprana muerte, escribió Carmen Conde en Informaciones: «Clemencia no buscó, sino que rechazó la popularidad; se negó ascéticamente todos los goces literarios externos a que tenía más derecho que ninguna escritora de su edad: la exacta conciencia del valer de su padre esterilizó precisamente lo que él más deseaba de ella: que se entregara a su obra, de hermosa apariencia y de estremecido contenido, olvidándose de que él precedía su paso como precede el resplandor del faro en mitad de las aguas, el paso frágil de la nave...»

En su legado quedan cartas de varios intelectuales que la admiraron, amaron y quisieron compartir su vida con ella: «Soy susceptible de todas las pasiones porque todas existen en mi; como un domador de animales feroces, las tengo enjauladas y atadas, pero a veces las oigo rugir. He ahogado varios amores al nacer. Por qué? Porque en esta seguridad profética de la intuición moral los sentía poco viables y menos duraderos que yo. Los he ahogado en provecho futuro del afecto definitivo. He penetrado y descalzado los amores de los sentidos, de la imaginación y de la sensibilidad; anhelaba yo el amor central y profundo. Me creo en él. No apetezco las pasiones de paja que deslumbran, consumen o secan; llamo, aguardo y espero el grande, el santo, el grave y serio amor que vive por todas las fibras y por todas las potencias del alma. Y si he de permanecer sola, prefiero dejar mi esperanza y mi ensueño a degradar mi alma.».

Amor por la música

Ante unos pañuelos de hilo con una inicial bordada hallados en la casa de su tía-abuela Teresa Miró, viuda del pintor Lorenzo Casanova, las sensaciones y el recuerdo familiar se posesionaron de Clemencia: «He sumergido mi rostro entre los pliegues de los pañuelos. He aquí de nuevo aquel aroma de sus muebles, de su casa en el Paseo de Gadea, de su huerto, de sus salones llenos de cuadros del marido pintor, de sus balcones donde temblaban las austeras persianas grises por el aire salino como un dios coronado de algas? Anhelante respiro ese pasado perdurable en un pequeño lienzo. Y ellos, los Miró, aquella espléndida raza, ya no viven, y he de dirigirme hacia una época lejanísima a mi vivir, desconocida, pero que siento en mi sangre y en mi pensamiento con una vehemencia prodigiosa, como si esas sombras se agruparan en torno mío y me dijeran: "Habla de nosotros, ahora que aún hay algo, que quede, al menos, un perfume entre esa inicial bordada, la de un nombre que aunque se grite no ha de obtener respuesta! Ese aroma sutil será como un guía en el camino que he de empezar a recorrer, de pronto, hacia el pasado».

Amó la música, como también lo hizo su madre: «Cuanto te agradezco mamá, que reanudes tus horas de música! Cada día necesito más de ese bálsamo de sonidos. Desgraciados los seres que no la comprenden! No encantarán delfines como Arión. Aunque oigan son sordos (en cambio Beethoven oía porque en su sangre, en toda su vida, se transubstanciaba su arte). La perfección es una suma. Armonía de armonías. El "poema de piedra" de una catedral, nos ofrece una belleza intrínseca de sabiduría. Sólo el técnico buscará el apoyo, las redes lineales de un arco atrevido, las proezas en ese esqueleto que es al mismo tiempo carne. Así, un músico se entusiasmará ante una obra musical y luego se complacerá en su estructura. Pero nosotros la amaremos sin detenernos en sus cimientos. Sólo nos envolverá y arrebatará su pureza. Nuestra soledad tiene en la música un dulce coloquio. Es sentir una compañía invisible, y es presentir el más allá sin congojas».

Se sintió profundamente apegada a su Alicante natal y a Polop y sus gentes, pasión que la llevó a habitar el que sabía su tiempo final en la Casa de Sigüenza en Polop. En carta de 1931 a su madre y hermana rememora las excursiones por senderos en los que dejó su huella junto a la de «Sigüenza», y expresa el deseo de construir la casa que Miró había proyectado en la tierra querida: «? me recreo pensando en aquellos días, todos nuestros días con papá, y nada roza ni enturbia la emoción esta vez muda de suspiros. Qué dulzura pues, sentiríamos en nuestro campo! Casa sencilla y ajustada a los proyectos que hizo papá. Allí, en su tierra! Habría rosas, madreselvas, jazmines, nardos, cipreses, una verja cercando el bendito paraje. Y montes, valles, mar, pisadas suyas también ya enterradas en los caminos. Leer a su lado los libros amados mirando esa tierra que nos abrazará un día. Viviendo como él quería vivir nos parecería darle vida».

Traigo aquí dos muestras de su creación poética publicadas en Hora de España (Barcelona, febrero 1938), en cuyo número también participaron Antonio Machado, Ernestina de Champurcin, León Felipe, Juan Gil Albert y José Bergamín. Uno escrito en Suiza el 27 de mayo de 1937, séptimo aniversario de la muerte de su padre, dice así: «No puedo ver esa montaña alpina / apretada de abetos y de nieve, / donde fue modelando mi deseo / tu figura yacente, / exacto tu perfil en cielo puro, /profunda paz , inmensa, en tu descanso, / No puedo ver tampoco en este Mayo / esa isla gris que encierra tu misterio, / que en su deriva inmóvil recibía / rosas y lágrimas, / y tu silencio, ahogado por la tierra, / nuestro mensaje más desesperado, / Sólo puedo mirar hoy tu mirada / que diste a este paisaje / o en sus caminos encontrar tu paso, / pero te sentiré vital junto a mi vida / sabiéndome hija tuya y escribiendo / con esta pluma que guió tu mano».

Conmovida por el horror de la guerra y los numerosos combatientes muertos publicó en la misma revista: «Oh, tierra, abre tus brazos / y a tu entraña vayan, / para nacer en bosques de silencio, / estos hijos que mueren en plena / sed de vida, en un ímpetu claro / de victoria, / No habrá bastantes campos / para labrar sus fosas / y recoger su sangre, / ni bastantes palabras y laureles, / todos son héroes y su angustia / pura, / Las aguas llevan su dolor y quejas, / toda la España huellas / de sus pasos, / y en cada roca queda hincado / un grito, y en cada valle / un cántico, / En estas noches claras, / recostadas en ancha paz idílica, / un frenesí de muerte se derrama, / acoge, madre-tierra estos soldados / y pide a las estrellas / la eternidad de sus lejanas lágrimas». Otoño 1937.

Una voz propia

En 1959, su hermana y sobrinos publicaron Clemencia Miró - Poemas, una selección de poemas -apasionados y de desolación, elegíacos, diversos y sin fronteras- escritos por Clemencia en castellano, inglés y francés. El prólogo de María Alfaro finaliza: «El genio y la inspiración de Clemencia Miró fueron extraordinarios. Sin duda, el espíritu de su padre, Gabriel Miró, estuvo siempre presente en torno suyo. Pero Clemencia tenía su acento propio, inconfundible y tan profundamente original que a nadie pudo parecerse. Y en esto también acusó la semejanza con el padre: únicos y desligados los dos de ajenas influencias».

Sin desmayo, con sonrisa clara y la mirada azul, como la del padre, consagró buena parte de su vida, con acierto extraordinario, a la recopilación y ordenación de la extensa obra de su progenitor publicada en Europa e Hispanoamérica. Su tarea callada, anónima, ha legado abundantes datos y documentación. Asesoró numerosas tesis escritas por ingleses, alemanes y norteamericanos poniendo a su disposición todo el archivo de Gabriel Miró y buena parte del trabajo realizado por ella. Y de forma simultánea a todo aquello Clemencia escribió sus poemas, cuentos, ensayos, artículos?

Entre lo publicado están su Bibliografía sobre Gabriel Miró en la Revista Hispánica Moderna; Biografía de Gabriel Miró, en La Gaceta Literaria y en Cuadernos de Literatura Contemporánea; el prefacio a las obras completas de su padre editado por Biblioteca Nueva, el prólogo a las Glosas de Sigüenza de Espasa-Calpe y Austral? Y magníficos artículos en El Liberal de Las Palmas, en Revista Hispánica Moderna de New York en 1936, en la Revista Nacional de Cultura de Caracas y en los libros homenaje a Gabriela Mistral y Walter Starkie. Merecen atención sus charlas en la BBC de Londres: en una de ellas en el Día del Recuerdo, 11 noviembre 1946, mostró su sensibilidad y compromiso leyendo su Poema en Cuatro Cantos para los Mártires en los Campos de Concentración; en otro programa de 1947 trató sobre Gabriel Miró y América. Uno de sus poemas de 1937 inspiró a Oscar Esplá una música bellísima que el compositor tituló, Campo de Cruces. Lied symphonique pour contralto et orchestre, que se estrenó en 1940 en Amsterdam, cantado por Alice Plató. Hay otros trabajos dispersos como lo publicado en El Lugar Hallado, revista editada en Polop en 1952 y en Imagen y Poesía en Alicante. Realizó traducciones de obras de Peter B. Keane, Grace S. Richmond, Charles Dickens y John Keats. Quedan inéditos ensayos, historias breves, ballets, novela, versos?

Al culto de Clemencia por su padre debemos la conservación y custodia de originales de su legado documental en el que veo ejemplares únicos y valiosos de primeras ediciones con abundantes modificaciones manuscritas por Gabriel Miró, así como ser impulsora y coordinadora de la publicación de los doce volúmenes de la prestigiosa Edición Conmemorativa de las obras de Gabriel Miró editadas desde 1932 a 1949, para lo que contó con la colaboración de Pedro Caravia. Los prólogos fueron escritos por Azorín, Miguel de Unamuno, Gregorio Marañón, Augusto Pi-Suñer, Ricardo Baeza, Pedro Salinas, Oscar Esplá, Dámaso Alonso, Salvador de Madariaga, Gerardo Diego y Antonio Maura.

Clemencia Miró Maignon trató a los escritores, poetas y editores más representativos de su tiempo de quienes recibió continuado apoyo. Pudo publicarlo todo y no quiso hacerlo. Dando luz a esta poetisa y escritora alicantina, celosa de su intimidad, dejo aquí este esbozo biográfico con retazos de su vida y de su obra.

 

....................Biografía en la Asociación de Jubilados de la CAM.... marzo 2006

Del matrimonio constituido por Gabriel Miró Ferrer y Clementina Maignon Maluenda nacieron dos hijas: Olimpia (Alicante, 5 de Octubre de 1902) y Clemencia (Alicante, 30 de diciembre de 1905).

Clemencia vivió como predestinadamente entregada al amor y al estudio del padre, genial escritor, “símbolo y voz literaria de Alicante, no sólo en España, sino en el mundo”, dicho con palabras del poeta malagueño Salvador Rueda.

Su quebradiza salud, su debilidad física, su propensión a la enfermedad fueron permanente desvelo, condicionante muchas veces del curso existencial del padre. Así, verbigracia, hallándose la familia en Barcelona, enfermó de tifus (1914), “días terribles -escribió a Augusto Pi Suñer- de angustia y de peligro. Miró ya no escribe, no se separa de la cabecera de su hijita”.

Recuperada la salud, festejándola, Miró compuso el auto La cieguecita de Betlehem, texto que, si representado en el hogar, se perdió para la historia.

Más adelante, en 1921, residente la familia en Madrid, Clemencia vuelve a enfermar y el padre acude a eminencias médicas: Pi Suñer, Pittaluga, Marañón... “Es casi seguro –dice a Oscar Esplá- que me aconsejen salir de Madrid; no sé aún si iremos al Mediterráneo o a la Sierra, al Guadarrama, quizá. Donde sea llevaremos a nuestra hija. Confío en Dios”.

Y, aconsejado por unos y otros y a impulsos de su más íntimo deseo, el escritor decide volver a su tierra nativa, a su “verdad rural”, y se instala en Polop de la Marina, donde su hija recobró las energías vitales.
Veamos el retrato espiritual de Clemencia Miró, trazado por María Alfaro: “Participó en la vida del mundo –de su mundo-, incluyéndose en un sistema de armonía, en una fuerza que la empujaba más alto, a una presencia eterna y vigilante representada por lo cotidiano: un rayo de sol, una brizna de hierba, la rama en flor de un almendro.
Clemencia se fusionaba con la Naturaleza, y su esencia íntima formaba con aquélla un solo cuerpo de inseparables moléculas, universo milagroso que, al ensanchar su círculo de luz, ensancha también el mundo del conocimiento”.

Así fue su poesía, su palabra hondamente lírica, profundamente elegíaca:
“Me impregnaba de ese aliento otoñal/ de oros muriendo junto a dormidas aguas,/ de troncos exhalando/ la palpitante sensación del bosque,/ mundo animal, de raíces y lluvia,/ de vida y muerte en infinito ritmo/ como las mutaciones del paisaje,/ de la roca marina, la remota evidencia/ de los astros...¡todo existencia eterna!”.

Lírica de raíz, voz original, genuina, la de ese libro titulado Poemas (1959), en el que todo cuanto fue la vida de su autora canta con estremecedora autenticidad.

Vi por última vez a Clemencia a comienzos de julio de 1953 en la “Casa de Sigüenza”, de Polop. En su mirada se despeñaba la noche que no tardó en destruirla. Días después, el 26 de dicho mes y en Madrid, nuestra muy querida amiga entregó su alma a Dios.

Recordemos por último que en su prólogo al libro Imagen y poesía de Alicante (1952), Clemencia habló de la Biblioteca Gabriel Miró “creada con tanto cariño y fervor por la Caja de Ahorros del Sureste de España”. 


Y añade: “¡Admirable refugio para estudiar y escribir; para pensar y recordar y hasta para consolarnos!”.

Tomado de la Asociación de Jubilados de la CAM, Boletín de marzo 2006

Otro prólogo. Keats, John (1796 1821).Poesías. Selección, versión y prólogo de Clemencia Miró.