Georgia O’Keeffe es una de las máximas representantes de las corrientes de vanguardia de la primera mitad del siglo XX en Estados Unidos. Nacida en una granja de Wisconsin, estudió en el Art Institute of Chicago y en la Art Students League de Nueva York, pero fueron las enseñanzas de Arthur Wesley Dow las que le ofrecieron una alternativa a las tendencias que dominaban por aquel entonces la escena artística americana. En 1915, mientras trabajaba como profesora de arte en Carolina del Sur y Texas, comenzó a experimentar con la no figuración. Realizó una serie de dibujos abstractos al carboncillo que llegaron a las manos del fotógrafo y galerista Alfred Stieglitz, que inmediatamente decidió exponerlos en su galería 291. Desde entonces su fama no cesó de crecer y, a mediados de la década de 1920, O’Keeffe ya era una de las artistas más célebres de su país, conocida tanto por sus radicales representaciones de flores como por sus pinturas de rascacielos de Nueva York, símbolo de la modernidad norteamericana por antonomasia.
Durante 1929, O'Keeffe hizo el primero de sus muchos viajes a Nuevo México. La orografía del lugar y la mezcla de culturas de esta remota región inspiraron una nueva dirección en su arte. Durante las siguientes dos décadas, pasó la mayoría de los veranos viviendo y trabajando en Nuevo México, convirtiéndolo en su hogar permanente en 1949. Desde la década de 1950, la artista, que hasta entonces nunca había abandonado el continente americano, comenzó una serie de viajes internacionales que la llevarían a conocer todos los continentes. Las numerosas horas de vuelo inspiraron una serie de vistas desde la ventana del avión. Durante sus últimos años de vida, en los que debido a su pérdida de visión experimentó con la alfarería, recibió numerosos galardones y se celebraron muchas exposiciones en su honor.