(Mujer minera por Palmeral, 2002, España)
El expresionismo abstracto habría sido imposible sin la lección europea. (Apenas si es necesario subrayar que varios de los protagonistas de la nueva pintura habían nacido en Europa: Gorky, de Kooning, Yunkers...) Aparte de la influencia de los que llamaríamos los «clásicos» del arte contemporáneo (Picasso, Kandinsky, Klee, Mondrian) fue decisiva la de los surrealistas: Miró, Max Ernst, Lam, Matta, André Masson. Creo que el ejemplo de los dos últimos, sobre todo el de Masson, fue determinante. El automatismo pictórico — pues eso es el dripping y otras técnicas de la action-painting — fue explorado primero que nadie por Masson y Ernst, precisamente durante su residencia en Nueva York, en los años de la Segunda Guerra. Es conocida, además, la impresión que causaron en los círculos artísticos neoyorquinos la obra y la persona de Matta. Su ejemplo fue más que un estímulo para Gorky y Robert Motherwell. No menos profunda fue la de Lam, otro surrealista latinoamericano. Parece ocioso, en fin, referirse a la presencia de André Bretón y a sus relaciones con Gorky, uno de los grandes artistas angloamericanos. Incluso en un artista tan alejado (en apariencia) de la «imagen surrealista» como Bar- nett Newman es muy profunda la influencia del automatismo y de la actitud del surrealismo ante el arte, la vida y la política. Ahora bien, los experimentos de los surrealistas estaban al servicio de una estética distinta a la que, un poco después, proclamarían los artistas yanquis. Para los europeos la búsqueda consistía en provocar, por medio del automatismo, la revelación de la imagen: estética de la aparición; para los angloamericanos, lo que contaba era el gesto mismo de pintar: ese acto era ya la imagen buscada.
(Puertas al campo, Sex Barral, 1989, págin 212, de Octavio Paz)