lunes, 25 de mayo de 2020

La cultura no es gratis, tiene un coste y es obligación de todos, por Macarena Palma Moreno

Cultura, ¿consumo y gratuidad?




Cuadro de Eduardo Arroyo de la Colección Caja Mediterráneo entre bambalinas, antes de exponerse (Fotografía: Macarena Palma).
Estos días he estado reflexionando sobre la “nueva normalidad” aplicada a la cultura, en concreto a mi campo de trabajo, el patrimonio artístico. Está claro que tardaremos mucho en volver a ver grandes o pequeñas exposiciones temporales, no solo por las limitaciones de movilidad, sino por los costos que suponen las exposiciones en sí. Como ya pasó en 2008, una vez más, la cultura tiene que apretarse el cinturón. Sin embargo, en esta ocasión, partimos de una nueva óptica que nos facilitará la ruptura con asociaciones lingüísticas conceptuales, desde mi punto de vista, nada recomendables.

Con este artículo pretendo explicar lo que para mí son dos grandes lastres que la cultura o, mejor dicho, la gestión cultural, debe aprovechar para quitarse de la mochila: en primer lugar, que la cultura es gratis. La cultura no es gratis, tiene un coste y es obligación de todos cuantificarla y valorarla.  Mide lo que sea medible y haz medible lo que no lo sea (Galileo Galilei). El visitante debe tomar conciencia del valor que supone poder acceder a bibliotecas, museos, exposiciones y contenido en general. Con esto no quiero decir que se convierta en un artículo de lujo y se cobre al precio de coste real, el patrimonio es de todos y todos hemos de tener acceso a él, solo veo necesario dejar claro qué parte de nuestros impuestos se dedican realmente a la cultura, qué parte privada invierte en cultura y qué papel juega el visitante.

En segundo lugar, la otra rémora que impide ese avance es la configuración de la cultura como consumo. La cultura no se consume, ni se gasta, ni debe servir para satisfacer necesidades fast food. La cultura es algo más, sirve para el crecimiento personal, debe hacer pensar al individuo, debe hacerlo recapacitar y plantearle nuevos retos emocionales y racionales. Para ello, debemos reconducir la forma de llegar al público, debemos entender que cultura y consumo están en las antípodas y nunca más deberán relacionarse. La inmediatez del siglo XXI, las RRSS o internet ha puesto al alcance de muchos contenidos e información de gran relevancia, pero también los han devorado generando a su vez nuevos contenidos sin una base de investigación que los avale, lo que supone un alto coste a pagar en un futuro no muy lejano.

No, la cultura no se consume como el fuego consume las brasas; y no, la cultura no es gratis como el merchandising de las campañas publicitarias. La cultura se respira y se integra como necesidad humana para aprender y crecer.

Estamos en el momento perfecto para disociar esta relación de consumo y gratuidad. ¡Aprovechémoslo!


©MACARENA PALMA MORENO
Gestora Cultural en Obra Social Caja Mediterráneo (08-11). Gestora del Aula de Cultura de Alicante (11-13). Responsable de las Colecciones de Fundación Caja Mediterráneo (14-19) y Subdirectora de Programas Culturales en el IAC Juan Gil-Albert (16-19).
 http://www.hojadellunes.com/cultura-consumo-y-gratuidad/