lunes, 17 de septiembre de 2018

Ilustracion 15.- Bardells y la familia de luto. "Años y leguas" de Gabriel Miró, por Palmerl



 Iban Sigüenza y el hacendado Baldells en una calesa de dos ruedas tirado por una yegua torda, es decir que la yegua o jaca tenía el pelo mezclado de pelo blanco y negro, camino del monte Ifach (o Peñón de Ifach en Calpe).  Pasaron por la puerta de la casona de la familia de luto, del capítulo anterior. Bardells, es retratado un señor gordo, robusto, afeitado y rapado con dentadura recia, vestía con chaqueta grande de hilo moreno y pantalones de pana color miel. Que nos sabemos cómo ha aparecido esta amistad de dos amigos tan bien avenidos.
   En la conversación Bardells que dice a Sigüenza que tiene cuatro carros con tres mulas en cada uno, dos caminos, tres heredades, la almazara y una tienda (que más adelante sabremos que era del padre); es decir que nos encontramos antes un hacendado, y encima con estudios universitarios, porque cuando estudiaba Medicina colgó los libros, porque los beneficios de la tienda de su padre era la mejor de todo el valle o comarca. Cuando Bardells va a liar un cigarro encomienda las riendas a Sigüenza pero la yegua se le para sin que lo sienta. Después cuando Bardells vuele a coger las riendas se siente vigoroso como un héroe de las odas de Píndaro, poeta lírico de la Grecia clásica Píndaro, nacido en Beocia en 518 a.C., de este poeta se conoce la Oda I Olimpiada e Píndaro, traducida que fue por Fray Luis de León.
    Cuando Bardells consulta su reloj de plata, que debe ser de bolsillo los más usados en los años veinte, con tapadera de protección. Sigüenza observa que el cristal del reloj tiene una raja entra la XI y V. Lo hubiera sospechado que un señor con tanta hacienda, tuviera un reloj con el cristal rajado por cristal, una rajada antigua. Tienen tiempo de seguir hablando subidos en la calesa camino de Ifach, cuando pro boca de Bardells, no vamos a enterar de que murieron el padre y la hija «D» de la familia de luto. El padre murió de hipo, así tan cómico: de un hipo, la hija que  vivía en Alicante con su tío Don Alejandro, había muerto tísica, y que éste se suicidó con un tiro de pistola en el cielo de la boca. El hijo que estudiaba bachiller dejó los libros por el legón y el arado, ahora ni ea estudiante ni labrador. Porque además la viña que tenían «se remató», quizás porque la vendieron o porque le entró la filoxera.
    No enteramos son asombro que Bardells y la hija enferma, que los estaba del corazón, fueron amigos desde la infancia y luego novios durante varios años, y por esto quería estudiar Medicina, parta curar a la novia, por eso dice «En siendo Médico yo la curaré». Como si en la región valenciana no hubiera buenos cardiólogos. Bardells no dejaba de preguntar por el estado de su novia, las respuestas de la madre siempre era la misma «Está mejor». Estaba desesperado «Una mañana le tomé el pulso con el reloj delante. Ella adivinó el miedo que me daba su latido [sus latidos] y me sonreía. Entonces fue cuando crujió, quebrándose la tapa». ¿Pero no era el cristal?
     Es decir que la fuerza invisible del propio miedo de Bardells le rompió el cristal reloj de bolsillo. Un episodio este del reloj algo folletinesca, que no se sustenta en la verosimilitud, elemento determinante en toda obra literaria que se precie.
     Más adelante Miró se da cuenta de que es baladí lo de estudiar  Medicina para atender a la novia enferma, y en lugar de borrar todo lo escrito y empezar de nuevo, indaga la solución de buscar un médico con nombre y apellido que era don Jesús Yáñez, quien saltándose todos las recomendaciones hipocráticas, le apunta: «Tu novia no tiene remedio…» y por lo tanto no se pueden casar porque «Es que la matarías». Y como no hubo casamiento con una enferma del corazón, algo ridículo, Bardells se casó después con la hija de Bautista el Pañero, hija única. Esto suponía buena dote.
     Como se hizo la noche decide Baldells pasar la noche en su casa, seguramente en Albir, desde donde se divisaba el Peñón de Ifach. Y en un alarde de fanfarronería le dice a Sigüenza que cada escalón de mármol le ha costado nueve duros, debía ser escalones de mármol de Carrara, no de Novelda que estando más cerca, son mejores, y no digamos vistosos si son mármoles rojos denominados de Alicante. Cuando Sigüenza sube los ojos por toda la escalera calcula todos duros que su amigo se había gastado en los escalones, y en toda la casa, que como es tradición en Miró al igual que Gustave Flaubert nos describe minuciosamente toda la casa con sus muebles. Es curioso saber que tenía un gorrión doméstico suelto en la casa.