(Joaquín Santo Matas) |
No puedo desligar la figura de
Ramón Fernández pintor, de la de Miguel Hernández poeta. Hasta su nombre
artístico ‘Palmeral’ me recuerda al excelso escritor oriolano –“Alto soy de
mirar a las palmeras”-, inicio de su Silbo
de afirmación en la aldea que resulta una exaltación de la tierra natal
agraria y ganadera frente a la masificación impersonal del Madrid de comienzos
de los años 30 de la pasada centuria que se inhibió de su primer libro y rióse
de su aspecto labriego, revestido con alpargatas y pantalón de pana.
Así, enlazo con dos cuadros hernandianos de su actual tendencia
plástica y conceptual que ha definido como ‘Intelectualismo’: Peritoenlunas y Las alpargatas del poeta. En ambos quedan bien patentes los
derroteros por los que camina la pintura de Palmeral, aplicando la heurística
como arte del descubrimiento a través de técnicas indagatorias donde el
intelecto sirve para plasmar sobre el lienzo sus propias memorias, sin
necesidad de copiar del natural.
Por ello, estas obras poseen una
profunda carga onírica plena de simbolismos donde se atisban trazas cubistas,
geometrismos y combinaciones de figuración con abstracción, en la línea del
Palmeral ensayista que deduce la simbología secreta de Perito en lunas y
muestra la desnudez material compungida y calzada de alpargatas de quien, como
Machado, marchó ligero de equipaje.
La colección inmersa en este
Intelectualismo nos trae también una seductora y a menudo lujuriosa presencia
femenina, arabescos de Al-Ándalus y muchos guiños a su Alicante de adopción,
traspasado de Mediterráneo en palabras de Gabriel Miró y de cuya luz y talante
asume colores vivos, rojos y verdes como los tomates de la huerta que aparecen
al pie de estos óleos de inspiración lucentina que definen un estilo personal,
una culminación a una trayectoria que seguro buscará nuevas tendencias.
Si existe un movimiento
filosófico llamado intelectualismo socrático, al fin y al cabo, parafraseando
al gran sabio heleno que vivió y murió pobre como tantos de los grandes, sólo
sabemos que no sabemos nada pero intentamos que esa nada sea inferior a lo
pretencioso circundante
Y Dios dirá, que está siempre
callado.
JOAQUÍN SANTO MATAS
Crítico de arte. Historiador.
Académico.
14 de septiembre de 2015
14 de septiembre de 2015