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sábado, 27 de febrero de 2016

Josep Tapiró, pintor de Tanger (Marruecos)

En el siglo XIX la ciudad de Tánger se convirtió en fuente de inspiración de los artistas que querían representar un mundo oriental exótico. La mayoría conocieron sus calles de paso y, en casi todos los casos, sus obras reflejaron una imagen epidérmica que reproducía los clichés habituales del género orientalista. Josep Tapiró (Reus, 1836 – Tánger, 1913) en cambio, adquirió un compromiso vital con aquella realidad. En 1877, después de haber vivido en Roma durante quince años y tras consolidarse como pintor acuarelista, se instaló y ubicó su estudio en el corazón de la medina tangerina. Desde este lugar y a lo largo de más de tres décadas, sus pinceles inmortalizaron la vida tradicional y, sobre todo, el aspecto de los tangerinos más pintorescos. Con un estilo virtuoso, que alcanzaba una extraordinaria verosimilitud, convertía sus imágenes en verdaderos documentos testimoniales de un mundo en retroceso ante la rápida europeización de la ciudad.
En el mercado artístico internacional, sus obras fueron consideradas entre las mejores del género orientalista, y se vendían a precios elevados en las galerías más prestigiosas de Londres, ciudad a la que el artista viajaba casi todos los años. Asimismo, en su ciudad adoptiva, muy pronto fue considerado un personaje ilustre, lo que le facilitó la consecución de modelos y la venta de obras a tangerinos adinerados y a los visitantes de la medina. Su taller era lugar de visita obligada para los aficionados al arte que recalaban en la bahía norteafricana, y la calle donde se encontraba se llamó, desde finales del siglo XIX, Estudio Tapiró, en reconocimiento a su prestigio. Desgraciadamente, después de su muerte, diversas circunstancias relegaron su figura casi al olvido. Cuando se han cumplido cien años de su desaparición, el Museu Nacional d’Art de Catalunya reivindica su obra y muestra una selección de las mejores acuarelas tangerinas.