Páginas

viernes, 9 de octubre de 2015

Utopía entre Palmeral y Capó, por Juan Antonio Urbano en La Verdad

  
("Peritoenlunas", 92 x 72 cm. obra de Palmeral)


   Cuando alguien como el que escribe mira un cuadro, trata de verlo a través de la fibra poética que hace vibrar las emociones asumiendo músicas, sonidos de bosques, sentimientos expresados por los gestos o el rictus facial de los personajes. Cuando los cuadros son un compendio de imágenes que parecen inconexas porque el autor así lo ha querido, por mero automatismo, desactivando la razón para dejar fluir las emociones transformándolas en imágenes, formas, texturas y colores solo queda abrir los ojos del subconsciente para poder interpretar desde el campo onírico del surrealismo y traducir al lenguaje cotidiano las imágenes inconexas que produce el mundo de los sueños. Y eso es lo que he tratado de hacer con el óleo de Ramón Palmeral titulado 'Perito en Lunas'.
   En este cuadro, el artista, muestra otra vertiente por la que discurren las cristalinas aguas de su ser creativo: la poesía. Este lienzo representa, a través de senderos oníricos, la interpretación vital de un poeta que ama la vida y se indigna ante las injusticias que la humanidad arrastra intrínsecamente hasta que llegue (todo buen poeta lo cree, que en la línea paralela que siempre marca el horizonte entre el mar, murmullo de libertad, y el cielo, brisa de amor y respeto) el momento utópico de la liberación de la metáfora maligna del espíritu del hombre, que muchas veces sale a relucir en la misma dinámica de la relación humana, del patético enfrentamiento entre pueblos o la dominación violenta sobre las vidas de los 'otros'.
    Este óleo, enclavado dentro del intelectualismo palmeriano, narra la esencia íntima de los pueblos representados en un elemento tan popular que los une con su pasado y sus tradiciones como es la cabra (animal que aparece en el cuadro con dos cuerpos unidos por el abdomen y que es santo y seña del poeta de Orihuela, Miguel Hernández, por su oficio), que sustenta la base del cuadro, y de la vida, simbolizada por la mujer con los dos tomates en sus senos (savia, alimento), metáfora de la madre naturaleza, que lame en forma de caricia dicho animal, agradecido por darle la vida y le muestra su amor por poder vivir en paz. De ahí que la otra cara de la cabra (con cornamenta defensiva), quiera engullir la mano y el arma homicida, que es la espada, para liberarse al fin de los que siempre empujan al pueblo a la guerra, haciéndoles llenar las tumbas. Esta dicotomía muerte/vida que siempre está presente en el ser humano, está mostrada en el rostro del hombre que aparece en la parte inferior izquierda exhibiendo parte de su calavera.
   Pero los sueños de la luna, que se representa en el centro de la escena, marcan la utopía de que la base de la existencia del ser humano sea otra: la tolerancia y el respeto. Y éstos, encarnados por la mujer, representada en la manzana, y el hombre, en la pera, unidos en estrecho lazo, a través de la inteligencia que aparece en forma de ajedrez, y ésta, encaminada por los senderos del arte (figurado en la señorita de Avignon, tributo a Picasso), den a luz a un estado de bienestar que se consolide en todo el planeta. Ese soñado día en el que la deseada paz del hombre se deslice cubriéndolo todo está reflejado es la gran copa transparente con la que se ha de recitar el brindis del triunfo del ser humano.
    Y al despertar del estado de ingravidez interpretativa de un sueño de utopía, recordé el comentario que me hizo mi amigo Bernat Capó, periodista, escritor y medalla de honor del Consell Valencià de Cultura; joven de 87 años, que aún se alimenta de sueños: «Has matado las utopías, ya hablaremos de eso». Se refería a mi comentario en artículo publicado en este diario: «Las utopías ya no existen. Sólo la ilusión, la búsqueda de una realidad y la esperanza». Le contesté que eran tiempos de realidades que debían llenar los estómagos de la gente. Pero sin las utopías la humanidad sería menos humana. Es necesario que el hombre tenga sueños para poder seguir caminando. Dejé la utopía en estado cataléptico, porque los que sostienen las riendas del presente nos han llevado a perder la noción de futuro. ¡Romped las cadenas de la usurera economía y de la mala gestión política! Dejadnos abrir las puertas a nuestros sueños. Yo doy por despertada la utopía.

Publicado en La Verdad por José Antonio Urbano.

Leer el "Intelectualismo de Palmeral" de este mis autor 

Publicado en el diario La Verdad de Alicante, el 8 de octubre de 2015