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martes, 8 de septiembre de 2015

LA ECLOSIÓN PLÁSTICA DE PALMERAL, por Fernando Ortisso


(Fernando Ortisso, autor de este artículo crítico)
(Palmeral y Fernando Ortisso)

                              LA ECLOSIÓN PLÁSTICA DE PALMERAL

     Estaba ansioso. Me había enterado de su exposición en la Triple A [Asociación de Artistas Alicantinos], casi por azar, por radio Macuto. Él, bajo actitudes y comportamientos sociales algo excéntricos, poco convencionales; aparentemente, a veces distantes, a veces displicentes, a veces  soberbios-¡Pobre del artista que no se crea vástago del “ombligo de Leonardo” (¡Y, aun así…!)-, esconde una personalidad, que percibo o intuyo, más bien tímida, sencilla, misantrópica… incluso humilde… inmeritoria. Y él, que tampoco es proclive ni pretende protagonizar, distinguirse, no circulariza, no convoca, no personaliza… no invita. Entonces, te tienes que enterar: “¡Quien tenga oídos… -orejas, diría yo - que oiga….!”, nos conminaba San Pablo. Últimamente asisto a muy contadas exposiciones. Al cabo de los años, deambulando por esas Salas de Dios, de Herodes a Pilatos, tratando de “interpretar” cientos de ellas; la pintura, como el alcohol al hígado, ha acabado por narcotizarme;  me ha producido una suerte de “cirrosis retiniana”, de la que me encuentro en plena terapia. Pero  hoy, “necesitaba ver” lo último de Ramòn. En realidad, le conozco poco, salvo la constatación de que es uno de los últimos “humanistas”, especie rara, en peligro de extinción. Y, de uno de sus ejemplares más comprometidos, ejerciente, militante de la cultura multidisciplinar, puedes esperar cualquier cos, buena. Por esa intuición, quería ver. ¡Quién tenga ojos que “vea” -proclamo yo -¡ Pero que sepa ver “más allá”. Porque casi todos los humanos, poseemos la capacidad perceptiva de ver, algunos menos, la aptitud paciente de observar; muy pocos, la facultad de interpretar bien lo que “ven”; y, sólo unos privilegiados, la virtud de descubrir  “la verdad oculta de lo que ven…
   Llego con retraso a la Sala Centro de Arte de la Asociación de Artistas Alicantinos. Las siete de la tarde del 1 de septiembre, en verano, en Alicante, es una hora todavía intempestiva. Casi aún, la hora de los toros, del sol y moscas. Entro en la Sala, horneada de grados centígrados y de personas, escuchando los aplausos al último discurso, a la última presentación. Me los he perdido. Y, en el fondo, me alegro. Me siento “virgen”, libre de las inevitables influencias críticas de los precedentes y seguramente preclaros comentaristas. Porque, como nos alertaba D. Antonio Manuel  Campoy, en el Prólogo de su memorable Diccionario Crítico del Arte Español Contemporáneo, reproduciendo un pensamiento del poeta Rilke,” no hay peor manera de acercarse a una obra de arte, que la de apuntar con el ojo del crítico….”. Sí; creo que los críticos, viven… vivimos de prestado, de lo que nos dejan y crean los demás, los artistas; de despojos, con los que construimos, construyen un “argot”, una jerga culterana de términos “especializados, convencionales y corporativizados,”  que, temerariamente nos atrevemos, se atreven, a proyectar, como arma arrojadiza sobre los inocentes autores y sus obras. Un mordaz ingenio, una maquinación de asedio y tortura que, irresponsables, inmisericordes, aplicamos, aplican, a los artistas; frecuentemente para certificar sus autopsias o sus defunciones plásticas.  O para, en el mejor de los casos, tallarles y encasillar su estilo, a toda costa, en uno de los movimientos pictóricos que en el mundo han sido. Colgarles a la postre una etiqueta con su “ismo” más pertinente.   
    Se cuenta que en una modélica muestra individual de Frank Stella, en la Galeria Leo Castelli, buque insignia que fue durante décadas del arte de vanguardia en Nueva York, dos críticos discutían en alta, antagónica y acalorada voz, acerca de la adscripción estilística colgada en las paredes: si abstracción geométrica, si cinetismo geométrico, si geometrismo conceptual. Vamos, como tratar de  definir “el sexo de los ángeles”. El artista no pudo por menos que intervenir : “Señores, no se cansen: mi pintura…es sólo pintura….Y lo que se ven, es lo que hay, lo que es “.
    Hago estas reflexiones previas, mientras he barrido de un golpe, con avidez, con fruición, las paredes “iluminadas” por Ramón Palmeral, como me había propuesto, con ojos inocentes, con los de la curiosidad del infante, con la ductilidad del catecúmen, con la subordinación del discípulo e incluso con la humildad del lego. Sí, hoy, esta tarde, no quería “saber” de pintura….no quería “hablar” de pintura. Sólo disfrutarla, consumirla, como a un manjar perecedero. Y, al salir de casa, me he dejado, de propósitos, ”encima del piano”, para evitar tentaciones, todas mis habituales muletillas, todos los sofismas ,toda la artillería, toda la hermeneútica, todos los arquetipos, prejuicios, baremos y criterios del y para el arte. Y  me ha resultado más fácil llegar así, ligero de equipaje, desprovisto de armadura y coraza, para dejarme sorprender, herir, por la sensibilidad creativa de Ramón. Porque, en realidad, yo apenas conocía su obra: algún cuadro suelto en alguna colectiva, alguna reproducción de folleto, alguna foto en las redes, y poco más. Bueno sí, algo más: las obras realizadas con ocasión del efímero grupo VANGUARDIA 5, cuyo destino yo presagié.  Y así se lo escribí en un artículo, donde les alertaba de que “eso de autotitularse vanguardia, en arte, obligaba a mucho…”.Y de que, aunque toda obra nueva ya comporta un componente de originalidad, de innovación, o sea de vanguardia -las primeras ya fueron las de Altamira-, para mí, el único “vanguardista”de los cinco era Palmeral: me cautivaron unas cuantas piezas conceptuales a base de “montajes y conexiones eléctricas” a lo Duchamps….
    Ahora me esperaba, hoy, de Ramón, aquello en progreso; un salto, una propuesta individual, nueva, una investigación, una sorpresa bajo el llamativo título de “Intelectualismo”; en suma, un golpe encima de la mesa. Aunque, viendo lo que veo, pronto se me disipan esas elucubraciones, porque acabo de recibir un “fogonazo”, ”una explosión”, una potente salva de destellos, de formas, de imágenes repletas de color, luz y sonido que me dejan perplejo, cegado y algo aturdido. Aquí, ha estallado algo, un volcán, el volcán pictórico de Palmeral, el que permanecía dormido, aletargado, tal vez encorsetado  por las autoexigencias de quien es genética y multidisciplinarmente creativo. Pero aquí, se ha liberado de cadenas y corsé, ha perdido el miedo a mostrase y mostrar,  como Stella, “lo que es”…y un caudal de sensuales imágenes, en promiscuo y atropellado desfile, fluye a raudales, sin freno, sin límites, en dosis que noquean los sentidos.
     Me repongo. Pasan un cocktail, que declino probar. No como, ni bebo. No quiero distraer mi inmediato y segundo recorrido, de cerca, del “cuadro a cuadro”, en detalle, como seguramente lo hizo Musorgsky  en aquélla anónima exposición que inspiró su célebre sinfonía…Las dataciones de las doce piezas son de entre 2006 y 2009. Ahora lo entiendo mejor a Palmeral, se ha rebelado contra los atavismos, las presiones externas, contra sus propias ligaduras y ha “regresado” a un espacio para y donde reencontrase a sí mismo, a su suerte natural, a un estadio precedente, genuinamente “suyo”, donde se siente liberado, cómodo, distendido, donde disfruta con su pintura. Y se nota. En cada cuadro. Se recrea, se gusta, se derrama y aplica su “intelectualismo” en estado puro y original. Y “cree” en lo que hace porque” cree” que hace, que dibuja- y por cierto, mucho-, que pinta…, por fin, lo que quiere pintar. Pero he dicho “cree”, para denunciar la recurrente paradoja filosófica latente en toda acción humana, si cabe más evidente en el proceloso terreno de la creación artística, siempre prisionera y tributaria de una irresoluta disyunción binomial. Que presenta diversas formulaciones: razón versus corazón; voluntarismo versus determinismo; libertad versus fatalismo; Eros versus Tanathos; causalidad versus casualidad; racionalismo versus sentimentalismo; …o ya en términos más recientes, de Jacques Monod: “Azar versus Necesidad”… o de Daniel Goleman” Inteligencia racional versus Inteligencia emocional”. Pero éste, el del ficticio “libre albedrío” o el de la teórica “libertad del intelectual”, sería otro discurso, cuyo abordaje aquí es impertinente e intruso. Sí, es cierto, todo acto volitivo, en cuanto procede de un propósito humano preestablecido, desencadena un proceso y una actividad, eminentemente “intelectuales”, pero sólo en tanto se gestan en nuestro cerebro, merced a un complicado y todavía mal conocido funcionamiento del  incontrolable “laboratorio sináptico” encefálico. A partir de ahí, lo que “ocurre” allí  dentro, sólo Dios lo sabe. Nosotros sólo cocemos sus efectos, sus resultados, generalmente sorprendentes, inesperados, furtivos, y frecuentemente  alejados o muy diferentes a los de nuestras expectativas iniciales. Blas Pascal nos sentenciaba: “El corazón tiene “sus razones”, que la Razón no comprende”. Nuestro cerebro “propone” con la razón, pero luego” dispone” con el corazón. Palmeral no podía ser la excepción a estas servidumbres, a estas  premisas, empíricamente probadas, inapelables, contundentes, científicas. Y, Palmeral, como no podía ser tampoco de otra manera, no” pinta lo que quiere”…sino que “quiere”, -ama-… “lo que pinta”. Y esta docena de cuadros así nos lo revela al sumergirnos en  un torbellino de figuras, de miradas enigmáticas, de signos arcánicos, de composiciones turbulentas, de entornos esotéricos, que  incardinan, en congruente promiscuidad, espacios mitológicos, puramente soñados…. un festival, un festín, una orgia sensorial para la percepción, que no desciende en ningún momento su nivel de paroxismo. Y este paradigma emocional, jalonado de sentimientos, que no es otra cosa que la consistencia, el “leit-motiv” de esta colección de Palmeral, no puede emanar de la racionalidad, sino que nace directamente de las fuentes primigenias de su subconsciente…,habitan en el inconsciente. Su pintura, su arte, no están construidos ni condicionados a premisas “lógicas”, sino directa y sensiblemente inspirados por Musas poéticas…
    Unamuno, maestro de la concisión y de la certeza epistemológica, despachaba este enrevesado discurso mío en dos líneas -¡qué envidia!-cuando definió: “Ser artista es hacer y pensar….lo que hacemos y pensamos…cuando no somos artistas”. Es decir, entiendo y comparto yo-porque el adusto de D. Miguel nunca lo explicó -que el artista lo “es”,  cuando no “va de artista”, cuando no se “cree” que es .Cuando se recluye y se reencuentra consigo mismo, entonces crea èl, no “el artista”, y la obra es “autèntica”, matricialmente “suya”. Pintas “tú”, no “el otro, el artista”. Si tu obsesión es “ser artista”…éste terminará por desplazarte, pensará él, pintará él, no tú. Si quieres ser “artista”, puede que seas “el otro”, ”el artista”, pero ya no puedes “ser tú mismo”.
   Y aquí, Palmeral, sí lo es…porque pinta Ramón.
   Sólo así  le ha sido posible hibridar, en escandaloso pero coexistente mestizaje, lo mismo una “bellea” a lo Gastón, que unos desnudos o unos interiores a lo Maisse; el patetismo expresivo de Rouault con los severos modelos de Max Beckman; los escorzos imposibles de Fernand Leger, con la cubista serenidad de Juan Gris….Pero su rica narrativa, su insondable simbología me llevan más lejos, y veo connotaciones lejanas dadaístas y futuristas y, más cercanamente me sugieren aleaciones entre la misteriosa ensoñación de Chagall, con el “mundo imposible” de Kandinsky; con los “equilibrios inestables” de Calder; con el sortilegio geométrico-emblemático de Paul Klee. Amalgamado quizás en aquel matraz onírico-romántico de Giorgio de Chirico y especiado con unos toques cáusticos del “pop británico” de Hockney. Pero ved, ved más: la insuflación mironiana, el excéntrico surrealismo daliniano, la distorsión retratista de F.Bacon…y por qué no, los espacios lacerantes de Delvaux o de René Magritte….o de Hopper. Ved. No os canséis de ver. ”Bienaventurados  los que saben ver, porque de ellos es el reino de la Belleza”.  Si sois capaces de “ver” todo esto estáis viendo la “síntesis” del arte, estáis viajando en el tiempo, para recuperar su exégesis, desde su “big-bang”. Porque el arte, como bien de naturaleza “cultural”, es un modelo estético basado en la experimentación, en el aprendizaje, en la trasmisión parental y generacional.
       Cuya dinámica de progreso la rige un proceso           acumulativo, sedimentario, estratigráfico, antitético, hegeliano, que en palabras de Corredor Matheos,”sólo lo impulsa el ingenio de la replicación”. Y el artista, quiera o no, consciente o inconscientemente, incorpora necesariamente en sus obras, de alguna manera a veces evidente; otras soterrada, elementos del baluarte de ese pasado, “el peso de la historia”. Y parte y deja la impronta de su aportación, desde y sobre el estrato anterior. Esta “herencia”, procedente de un “cen” cultural, que todos portamos es también egoísta, como el gen  de Dawkings,y por tanto, genéticamente irrenunciable. Así, se  me hace difícil asumir el concepto de la “originalidad” absoluta en el arte. Es imposible que exista. Por cierto que, este parámetro, junto a los de la “coherencia” y  la “clasificación”, constituyen, el trinomio básico de valoración  con que pericia el crítico. Acerca del  segundo baremo, por todo comentario, si me permiten, me emitiré a contar algo: Un día, hace unos años, estando en Madrid, cerca del Reina Sofía, no pude resistirme a visitar la Antológica de uno de nuestros “popes” del arte español contemporáneo, ya de  rancio reconocimiento internacional, vasco por toda referencia. El Museo la había dedicado el espacio de los dos pisos para las Exposiciones Temporales, más alguna otra Sala complementaria y todo el de los jardines exteriores, donde se emplazaban sus esculturas urbanas. Estimo que entre grabados, obra gráfica, de soporte superficie, monotipos y fundiciones, se exhibían no menos de quinientas obras. Por fortuna, todavía desconozco lo que pueda ser “un dolor de cabeza”; pero, al cabo de una hora, procesando cada pieza, una idéntica a la  otra… y a la siguiente, si acaso con ligerísimas variantes; es decir, un exceso repetitivo, casi clonado  de “más de lo mismo”. Terminó por instalarme un sospechoso, pertinaz, molesto y monótono carcán. Y, claro, mi cerebro me envió el primer aviso de cefalea, ante cuyo riesgo, abandoné  precipitadamente el vetusto edificio. ¡Qué de creativos conozco que han sacrificado y cercenado brillantísimas trayectorias en aras de una pretendida “coherencia”!.
   La tercera, o quizá primera, preocupación del crítico a que me refería, es sin duda la de “clasificar” al artista y a su obras. Fijar su “catalogación”. Porque, apropiándose torticeramente de la diatriba de Schopenhauer, parecen espetarnos constantemente que “…en arte, todo aquello que no pueda clasificarse, que no pueda catalogarse…, sencillamente, no existe”. Con suerte, si los artistas van “en,” o forman grupo, equipo, o “publican” un Manifiesto  de Intenciones al uso, suscrito a modo de “recogida de firmas”, les aplicarán, como ya señalé antes un “ismo” apropiado, que aunque no tenga garantía alguna de prosperar, les “salva”  del problema. De lo contrario, quedaran a la deriva, como francotiradores o mercenarios del arte, como incomprendidos, como sediciosos, y, al fin y al cabo, como excluidos, al menos en vida.
     Y esto, no hace falta habérselo podido preguntar a unos tales” rebeldes “como: Van Gogh, Toulousse- Lautrec, Gaugin, Utrillo, Pissarro, Sisley, Vlanmick, J.Rousseau, Duchamps, G.Klimt, E.Münch, Dubouffet,Rothko, A.Gorky, M.Tobey,Rauschemberg,

Motherwell,... o a nuestros “olvidados”, Solana, Muñoz-Degrain, Nonell, Cossio, Farreras, Clavé,M.Millares, A.Quirós,Viola,Genovès, Cristino de Vera, Hernandez Mompó, J.Vento,…por denunciar algunos “casos” de “desconocidos”, descatalogados en su día, y remitirme a tiempos en que la crítica de arte ya estaba consolidada. De haberlo sido en otros, pretéritos, probablemente ni los mismísimos Pieter Brueghel,El Bosco, o El Greco, se habrían librado. Y desde luego, nuestro Palmeral tampoco: no cumpliría con  ninguno de los tres parámetros. Porque en esta serie,” se sale”, se derrocha, erupciona. Su inconformismo, su imaginación, su creatividad, su espíritu libertario le han dado alas para conspirar, para conjurarse, para traspasar los cánones, los límites convencionales, para transgredirlos, para abrir su Caja de Pandora con “licencia para matar”, para escandalizar, y con  pleno derecho a la impunidad. Así, sus composiciones resultan en criaturas plásticas “inclasificables”, cuyos productos estéticos, para nuestra fortuna, nos  regalan  visiones, felizmente “incoherentes” y “descatalogadas”…para recordar.

  Como habrán observado; definitivamente, los críticos, no son, no somos un género de fiar…pero somos. En consecuencia, es obligado advertirles que tomen con todas las prevenciones y reservas las presuntas conclusiones que hayan podido extraer de la lectura de  este texto, cuyo tiempo y atención dispensados, Palmeral que sí es de fiar y yo, les agradecemos. De esta exposición se ha editado un catálogo de 32 páginas muy bien editado con fotografías, cuadros antológicos y de la exposición que presenta. 

Alicante, 1 septiembre, 2015.
FERNANDO ORTISSO

Artista plástico y comentarista cultural