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lunes, 14 de septiembre de 2015

Heurística en el intelecto del artista. Por Joaquín Santo Matas.

(Joaquín Santo Matas)




No puedo desligar la figura de Ramón Fernández pintor, de la de Miguel Hernández poeta. Hasta su nombre artístico ‘Palmeral’ me recuerda al excelso escritor oriolano –“Alto soy de mirar a las palmeras”-, inicio de su Silbo de afirmación en la aldea que resulta una exaltación de la tierra natal agraria y ganadera frente a la masificación impersonal del Madrid de comienzos de los años 30 de la pasada centuria que se inhibió de su primer libro y rióse de su aspecto labriego, revestido con alpargatas y pantalón de pana.



Así, enlazo con dos cuadros hernandianos de su actual tendencia plástica y conceptual que ha definido como ‘Intelectualismo’: Peritoenlunas y Las alpargatas del poeta. En ambos quedan bien patentes los derroteros por los que camina la pintura de Palmeral, aplicando la heurística como arte del descubrimiento a través de técnicas indagatorias donde el intelecto sirve para plasmar sobre el lienzo sus propias memorias, sin necesidad de copiar del natural.



Por ello, estas obras poseen una profunda carga onírica plena de simbolismos donde se atisban trazas cubistas, geometrismos y combinaciones de figuración con abstracción, en la línea del Palmeral ensayista que deduce la simbología secreta de Perito en lunas y muestra la desnudez material compungida y calzada de alpargatas de quien, como Machado, marchó ligero de equipaje.



La colección inmersa en este Intelectualismo nos trae también una seductora y a menudo lujuriosa presencia femenina, arabescos de Al-Ándalus y muchos guiños a su Alicante de adopción, traspasado de Mediterráneo en palabras de Gabriel Miró y de cuya luz y talante asume colores vivos, rojos y verdes como los tomates de la huerta que aparecen al pie de estos óleos de inspiración lucentina que definen un estilo personal, una culminación a una trayectoria que seguro buscará nuevas tendencias.



Si existe un movimiento filosófico llamado intelectualismo socrático, al fin y al cabo, parafraseando al gran sabio heleno que vivió y murió pobre como tantos de los grandes, sólo sabemos que no sabemos nada pero intentamos que esa nada sea inferior a lo pretencioso circundante



Y Dios dirá, que está siempre callado.





JOAQUÍN SANTO MATAS

Crítico de arte. Historiador. Académico.

14 de septiembre de 2015