domingo, 6 de mayo de 2012

Mano a mano con el genio. Picasso y su sobrino Javier Vilató


Mano a mano con el genio
Javier Vilató
Texto de Teresa Sesé

Sobrino de Picasso y artista de talento son factores que tenían que haber convertido a Javier Vilató en un pintor famoso. Pero su obra y su vida se han mantenido en un plano muy discreto, incluso en las biografías del genio, pese a que fue una persona muy cercana a él. Ahora, Vilató recibe el amplio reconocimiento del que no disfrutó en vida, tal vez porque era imposible brillar con luz propia al lado de uno de los más grandes
con su hijo Xavier, ambos con atuendos toreros, en el jardín de la Rue Lecuirot, en mayo de 1965/a famosa foto de Robert Capa [fotógrafo norteamerica] en la que Picasso sostiene la sombrilla de Françoise Gilot, con Vilató detrás. Poco después lo vemos ya, en la bellísima foto tomada por Robert Capa en la playa de Golfe-Juan, caminando sonriente detrás de Picasso, que aparece llevando la sombrilla de Françoise Gilot. Picasso le ha abierto la puerta de los más importantes galeristas del momento, como Pierre Loeb, pero la imagen podría dar a entender que, en la relación personal entre Vilató y Picasso, existe una distancia, y está claro quien manda. “Para nada –ataja Pilar Vélez–, tienen una relación de igual a igual, de mucha complicidad”. En los años cuarenta son poco menos que inseparables. Comparten paellas, siestas en la playa, tardes de toros y círculo de amistades. Es algo más que un miembro de la Bande Picasso. E incluso llegan a realizar un óleo a medias, Mano a mano.

¿Qué ha visto el genio en Vilató? ¿Por qué le deja entrar en su intimidad? “Vilató le lleva el aroma de esa Barcelona que vivió de adolescente, tal vez su forma de ser muy alegre, físicamente le debía recordar a su madre, sus profundos ojos negros tan parecidos a él mismo… Intercambiaban cosas constantemente. El trabajo de artista es un trabajo solitario. Picasso únicamente colabora con Braque durante el cubismo, y en algún momento tiene una relación muy bonita, pero corta, con Matisse. Es normal que en algún momento necesitara el aliento de otro artista.

¿La pregunta es por qué Vilató? Tengo mis sospechas. Picasso tenía siempre ante sí gente a la que le intimidaba su sola presencia, la gente no se atrevía a decirle lo que pensaba… Vilató no siente ese respeto paralizador. Hay una anécdota que mi padre escribió y que ilustra bien el tema: Picasso recibe la prueba de un grabado y al ver que Vilató se pone delante le da un empujón, a lo que este le responde con otro empujón. Picasso, en lugar de enfadarse, le dice “lo siento, estoy acostumbrado a tratar con vacas”. Pero su obra no se puede reducir a esta relación, advierte, y ese fue uno de los peores combates que tuvo que librar a lo largo de la vida. Por eso casi nunca hablaba de él. Yo le decía, hay gente que ha estado con él diez minutos y ha escrito un libro, tú ni hablas, como si no lo hubieras conocido”. Curioso, porque se dice que se han escrito más libros sobre Picasso que sobre la Segunda Guerra Mundial.
el artista con dos de sus cuadros en Vallauris, el día de la visita de Picasso y otros amigos en octubre de 1956/ Mujer y escorpión (1979-80)
Javier Vilató tuvo que enfrentarse a una pregunta que se le aparecía ahí donde había un periodista: “¿Te pareces a tu tío?”, le pregunta Del Arco en La Vanguardia. “Cuando alguien hable de pintura conmigo, que se olvide de mi tío. Y si se acuerdan, que se acuerden también de Rembrandt, de Velázquez, pero que me quiten la etiqueta antes de empezar a hablar”. Picasso es el pintor que marca de manera indeleble el tiempo en que vive, pone patas arriba la historia de la pintura e inventa nuevas maneras de ver la realidad. Está en el inicio de las transformaciones de las formas, de la sensibilidad en el arte de su época y de las que le van a seguir. Él cubrió con su arte el siglo XX.

“¿Quién no está influenciado por la obra de Picasso a partir de esos años, quién?”, pregunta el crítico Tomás Paredes, que conoció personalmente a Vilató y no se arredra a la hora de acumular adjetivos: “Fue una persona emocionante y fieramente humana, cercano, estudioso, cariñoso, llano, mollar, optimista, genuino”. Y aún: “Creativo, progresista, simpático, empático, esencial, alegre, natural, respetuoso, fiel”.

Por suerte, el tiempo acaba poniendo las cosas en su sitio y Xavier Vilató dice que por fin ahora se verá con plenitud cómo su padre consiguió hacer una obra que se le pareciera pese a estar al lado de un monstruo. Una obra libre y salpicada de humor, sencilla, como la vida que llevaba durante sus estancias en su casa de Lo Mompeán, al sur de Alicante, sin luz, sin agua, sin teléfono, con la única compañía de su última pareja, Marianne. Deseaba tener un jabalí en el jardín y contaba que, en verano, le gustaba acariciar los lagartos que se colaban en su estudio. Le fascinaban los animales, que abundan en sus pinturas. También las mujeres, a las que ha retratado como pocos.
“Si un pintor quiere ser él mismo, tiene que mirar mucho a los demás y, después, ser él”, decía. Y su hijo añade que logró lo más difícil, mantenerse en la figuración pese a que eran tiempos adversos para ello, y sobre todo perfilar “un lenguaje que le permitió explicarse el mundo y explicárselo a los demás”. ¿Qué, si no, es ser artista?

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Nota de Palmeral. Pienso que uno de los pecados artísticos de Javier Vilató fue parecerse a su tío, el genio, el monstruo.
Caca artistas debe agrandar e investigar su propio estilo, buscando no coincidir con otros artistas, ni parecerce, porque el artistas-pintor ha de ser único. Y a la vez intentar ser un eslabón más en la Historia del Arte.